259

- Es pronto para decirlo- mascullé.

- A ver - se incorporó en la silla- no es pronto, ni tarde. Es.

- ¿Qué?

- Que no me vengas con excusas. Responde.

- No lo sé.

- ¿No lo sabes?

- Sí, no lo sé.

Se colocó las gafas de sol.

- Estupendo, pues.

- ¿Estupendo qué? - repliqué, malhumorado.

- No soportas mis aires de sabionda, lo sé.

- Pues no -chasqueé la lengua- no, no te soporto.

- ¿ Y qué haces aquí, conmigo?

Desvié la mirada hacia otro lado.

- Mira, no me hagas hablar.

-Habla, joder, di todo lo que me tengas que decir.

Suspiré. Hice aspavientos, hablé de colores, de la nostalgia que había perdido entre rumores al no encontrarla entre mis escritos nocturnos, porque, porque, no sabía muy bien por qué, pero ya no estaba. Quizá abstraída, quizá hipnotizada, pero la veía tan sólo en cuerpo, que no en alma. Pero se me escaparon cosas que no quise mencionar, pero como dije, se me escaparon, con el consentimiento de mi subconsciente, con el impulso de un sentimiento que latía en mi interior, que sí sentía, pero que no sabía interpretar. O al menos, no era el momento para descifrar qué se desbocaba, cuando movía las manos y la miraba, profundamente, la miraba, porque no quería perderla bajo ningún concepto. Ni a ella, ni a su atención, ni sus mejillas dulcemente rosadas.

- ...y qué poco me gusta hablar de esto, contigo.

No hay comentarios: