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Las viejas historias.


Tiempo al tiempo


Ella observaba la esfera de su reloj bajo una cúpula moteada de estrellas. Nunca quiso tener un reloj, le parecía absurdo medir el tiempo. " Los segundos se viven, no se cuentan, si no no se disfrutan".
Recordó esa frase como un destello fugaz y en sus pupilas una diminuta chispa brilló, se acercó la muñeca al oído y mantuvo la repiración.
Era la noche perfecta para los pequeños sonidos, esos que se quedan mudos con la actividad de una ciudad iluminada con la luz del sol donde todos se olvidan de estas pequeñas manecillas que hacen un tic, tac.








Cerró los ojos y susurró, tic, tac a la vez que el pequeño murmullo se hacía oír y sonrío. Nunca en su vida se había parado a pensar cuánto dura un segundo, cuánto una respiración, un pestañeo, una ligera sonrisa, un latido.Le tranquilizaba saber que el tiempo pasaba y se escapaba entre sus dedos, deseaba que con el tiempo vinieran cambios y que nada fuera eterno, que nada fuera estable y duradero, que todo fuera imprevisible.Sentía cómo sus pies permanecían adheridos al suelo y los miró con una mueca de compasión. Quién pudiera tener alas y volar hacia la profundida de una noche plagada de estrellas como aquella.

Tic, tac, se repetía a sí misma, las cosas cambiaran, solo tic, tac.)



nadie les romperá las alas.

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